POEMA.
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
Cada día que llega ese día, donde no hay día del año cual no se le arrodille, le llore; le abrace y le cante, lo honre y lo lamente, aquel dos de octubre de mil novecientos sesenta ocho, cual se quedó grabado en todas las estrellas del universo.
En México, cada quejido e incomprensión del mundo de la violencia y la sangre, hizo que el brillar de las luces en los astros perdieran brillantez y alboroto, DOS DE OCTUBRE DE MIL NOVECIENTOS SESENTA OCHO, cuando el México revolucionario sufrió una emboscada que causó cientos de muertos.
Donde fueron masacrados mujeres y hombres; niñas y niños, ancianas y ancianos porque la maquinación criminal y asesina, no paró allí, se prolongó y sin culminar; culminó en dos mil dieciocho, un primero de diciembre, en ese inter de tiempo hubo un silencioso corte generacional. ensangrentado
Para después dar cabida a una revolución de las conciencias, de la mano de una legión de ángeles justicieros, que clamo justicia y señalo a los asesinos, mismos asesinos que desde sus sepulcros son devorados por los colmillos y fuego de satanás, y su arrepentimiento son desoídos por la eternidad.
DOS DE OCTUBRE DE MIL NOVECIENTOS SESENTA OCHO, será recordados por todas las generaciones venideras, ya que una hija suya, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, llegó y está al lado del águila real que devora una serpiente en el lago de TEXCOCO.