Poemario
Conversando con el amor; arrancarle un pedazo de cielo al infinito, y en prosa bajarlo a la tierra, y junto a Dios, cantándole a los amores del hombre y de la mujer; como al niño y al anciano.
Los poemas; las conversaciones y canticos, se deslizan con suavidad, sobre roca erosionada, donde conversa el corazón; el espíritu y la carne, buscándole un rincón a los recónditos del alma, dónde en el prólogo se reseña su obra… “la vida de Ricardo, ha sido fascinante, Dios, lo ha llenado de dones, lo he visto crecer y desarrollarse, sus poemas y conversaciones a la vida, no me causan sorpresa, de alguna manera dio asomos de su prosa en su niñez. En nada me extraña, que tomando una hoja de papel y un bolígrafo, en la misma vierta de su inspiración, un “canto a la Virgen del Tepeyac” y al reverso le cante al amor, “paredes vacías”, o hacer un planteamiento crítico, social-político, vigoroso; fuerte y directo… “me están apretando, voy de salida, después te platico, como me van las cosas”.
Es asombroso su aplomo en los momentos difíciles. Su actitud es contagiosa…; ya de regreso, continúa su vida “normalmente”, para luego enfrentar un litigio propio de su profesión. La abogacía de sus amores y su celo profesional cuasi religioso, dónde conjuga su fe en dios y su trabajo, en el servicio a los demás. Como no mencionar sus correrías en el deporte universitario, considerado el mejor jugador de futbol americano, de su época.
Que decir de su sentido del humor, su risa y carcajadas…“la risa del mexicano”, en fin, en el contenido de este poemario se cumplen los requisitos fundamentales de toda prosa: inspiración, autenticidad, talento y valentía.